Decepciones gastronómicas en el tren
Algo que heredé de mi viejo es la capacidad de descubrir lugares para morfar de cualquier tipo o en cualquier lado. Él solía (y suele) pasar por las parrillitas de ruta y comentar "no sabés el asado que hacen ahí". Y en general tenía razón. Trayéndolo más a mi día a día, me vi en los últimos tiempos decepcionado con las elecciones que hice.
Hace bastante venía tentado con el olorcito de los patys que hacen en un kiosquito en la estación de Carranza. Un buen día, volviendo tarde cansado y hambriento, hice la prueba. Nunca hubo un abismo tan grande entre el sentido olfativo y el gustativo.
Esta misma mañana, taché otro de esos lugares que tenía en mi lista de pendientes. Hay un bar al lado de la estación Florida con onda muy campestre, panes y dulces caseros en los escaparates. Hoy como tenía un ratito de más, decidí desayunar ahí. Las tostadas con manteca estaban muy bien, también el café con leche. Lo que me pareció un disparate fue que me cobren $7,50 sólo por eso. ¡El doble que en cualquier lado!
Empiezo a dudar de que en mis genes se encuentre esa sabiduría morfística, pero todavía me queda una que tengo fichado desde hace tiempo y le tengo fe: Los panes redonditos que hacen al lado de la estación de Belgrano. Si no la emboco empiezo a viajar en bondi.