Campo
Desde mi reposera, inclinado completamente, podía ver todo el cielo. A pesar que esa misma mañana había llovido, ahora no se veía ni el más mínimo jirón de nube. Solo el cielo negro inundado por millares de estrellas que sólo se pueden ver tan claramente en el campo. Y los bichitos de luz. Habían tantos que parecía que el cosmos empezaba a metros nuestros. Una situación así amerita una charla profunda con amigos. Y así fue. Después vinieron los chicos y las chicas que estaban adentro jugando a las cartas. Intentamos contar algunos cuentos de terror que resultaron ser más graciosos que otra cosa así que después de un rato nos fuimos a dormir.
Que lindo el campo.